Riva.- Te encuentro. Me acuerdo de ti. Esta
ciudad está hecha a la medida del amor. Tú estabas hecho a la medida de mi
propio cuerpo. ¿Quién eres? Me estás matando. Estaba hambrienta. Hambrienta de
infidelidades, de adulterios, de mentiras y de morir. Desde siempre. Ya me
imaginaba que un día tropezaría contigo. Y te esperaba con una impaciencia sin
límites, sosegada. Devórame. Defórmame a imagen tuya para que nadie más, después
de ti, comprenda ya en absoluto la razón de tanto deseo. Vamos a quedarnos
solos, amor mío. La noche no tendrá fin. El día no amanecerá ya para nadie.
Nunca. Nunca más. Por fin. Me estás matando. Eres mi vida. Lloraremos al día
muerto con conocimiento y buena voluntad. No tendremos ya nada más que hacer,
nada más que llorar al día muerto. Pasará tiempo. Solamente tiempo. Y vendrá un
tiempo. Vendrá un tiempo en que ya no sabremos dar un nombre a lo que nos una.
Su nombre se irá borrando poco a poco de nuestra memoria. Y luego, desaparecerá
por completo.
Hiroshima mon amour, Alain Resnais, 1959.
No hay comentarios:
Publicar un comentario