lunes, 14 de mayo de 2012

16.


Hay una mujer en la playa, sentada a mi lado, que quiere olvidar a un hombre, a un hombre que ya ha perdido, y no entiende qué puede haber de malo en olvidar lo que al fin y al cabo ya no se tiene. La mujer, al parecer, no había olvidado nunca antes y los que nunca han olvidado no pueden disimular el temor a que haya algo diabólico en nuestras erosiones químicas de memoria, por más que sea evidente, y así se lo digo, que es el recuerdo, no el olvido, el verdadero invento del demonio. (...)
- ¿Sabes lo que más me asusta? - no debe saberlo porque no dice nada-.
- Tu miedo. Y el entusiasmo detrás de tu miedo.
- Es curioso porque a mí es tu falta de miedo lo que más me asusta.
- Tengo tanto miedo como el que más miedo tiene. Aunque supongo que es un miedo distinto. - No hay un miedo distinto. Siempre es el mismo miedo.
- No exactamente.
- ¿No exactamente?
- No exactamente. Tu miedo empieza cuando despegan los aviones y el mío cuando los aviones aterrizan. 
Tokio ya no nos quiere, Ray Loriga. 

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